Hace tiempo que comer o beber no se entienden como acciones derivadas de la necesidad,
sino que son experiencias sensoriales que necesitan unos espacios diseñados para favorecer el disfrute que conllevan.
La reflexión para las actividades comerciales de cliente final es parecida:
lo que ocurre en una tienda sofisticada poco tiene que ver con lo que ocurría hace 20 años.
Las experiencias deben sorprender por los motivos que necesite el cliente.
Nosotros sabemos detectar esos motivos y diseñar los espacios para que en ellos ocurran cosas sorprendentes.

